El Evangelio según San Juan

 

PRIMERA PARTE

PREDICACIÓN DE JESUCRISTO EN GALILEA Y EN JUDEA

Capítulo 1
 
Primer testimonio de Juan
   
19
Este es el testimonio de Juan cuando los judíos, desde Jerusalén, le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle: Tú ¿quién eres?
20
El confesó y no negó; confesó: No soy yo yo el Mesías.
21
Le preguntaron: Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías? El dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y contestó: No.
22
Dijéronle pues: ¿Quién eres?, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado.¿Qué dices de tí mismo?
23
Dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: "Enderezad el camino del Señor", según dijo el profeta Isaías.
24
Los enviados eran fariseos,
25
y le preguntaron, diciendo: Pues ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?
26
Juan les conteso, diciendo: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis,
27
que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatarle la correa de la sandalia.
28
Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
   
 
Segundo testimonio de Juan
   
29
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30
Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
31
Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.
32
Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
33
Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo."
34
Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.
   
 
Primeros discípulos de Jesús
   
35
Al día siguiente, otra vez hallándose Juan con dos de sus discípulos,
36
fijó la vista en Jesús, que pasaba, y dijo: He aquí el Cordero de Dios.
37
Los dos discípulos, que le oyeron, siguieron a Jesús.
38
Volvióse Jesús a ellos, viendo que le seguían, y les dijo: ¿Qué buscáis? Dijéronle ellos: Rabí, que quiere decir Maestro, ¿dónde moras?
39
Les dijo: Venid y ved. Fueron, pues, y vieron dónde moraba, y permanecieron con El aquel día . Era como la hora décima.
40
Era Andrés, el hermano de Simón Pedro, uno de los dos que oyeron a Juan y le siguieron.
41
Encontró él luego a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo.
42
Le condujo a Jesús, que, fijando en él la vista, dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro.
43
Al otro día, queriendo salir El hacia Galilea, encontró a Felipe, y le dijo Jesús: Sígueme.
44
Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
45
Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas, a Jesús, hijo de José de Nazaret.
46
Díjole Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Díjole Felipe: Ven y verás.
47
Vio Jesús a Natanael, que venía hacia El, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay doloo.
48
Díjole Natanael: ¿de dónde me conoces? Contestó Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49
Natanael le contestó: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
50
Contestó Jesús y le dijo: ¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores has de ver.
51
Y le añadió: En verdad, en verdad os digo que veréis abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.
 
Capítulo 2
 
Primer milagro de Jesús
   
1
Al tercer día hubo una boda en caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.
2 Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda.  
3
No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús, a éste: No tienen vino.
4
Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a tí y a mí? No es aún llegada mi hora.
5
Dijo la madre a los servidores: Haced lo que El os diga.
6
Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas.
7
Díjoles Jesús: Llenad las tinajas de agua. Las llenaron hasta el borde,
8 y El les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Se lo llevaron, 
9
y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino -él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua-, llamó al novio
10
y le dijo: Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor.
11
Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en El sus discípulos.
   
 
Residencia en Cafarnaúm
   
12
Después de esto bajó a Cafarnaúm El con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí algunos días.
   
 
Expulsión de los vendedores del templo
   
13
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
14
Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, de ovejas y de palomas, y a los cambistas sentados;
15
y haciendo de cuerdas un azote, los arrojó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las mesas;
16
y a los que vendían palomas les dijo: Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación.
17
Se acordaron sus discípulos que está escrito: "El celo de tu casa me consume".
18
Los judíos tomaron la palabra y le dijeron: ¿Qué señal das para obrar así?
19
Respondió Jesús y dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
20
Replicaron los judíos: Cuarenta y seis años se han empleado en edificar este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días?
21
Pero El hablaba del templo de su cuerpo.
22
Cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho.
   
 
Primeros frutos del ministerio de Jesús
   
23
Al tiempo en que estuvo en Jerusalén por la fiesta de la Pascua creyeron en su nombre viendo los milagros que hacía,
24
pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos,
25
y no tenía necesidad de que nadie diese testimonio del hombre, pues El conocía lo que en el hombre había.
 
Capítulo 3
 
Visita de Nicodemo
   
1
Había un fariseo de nombre Nicodemo, principal entre los judíos,
2
que vino de noche a Jesús y le dijo: Rabí, sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos milagros que tú haces si Dios no está con él.
3
Respondió Jesús y le dijo: En verdad te digo que quien no naciere de Arriba no podrá entrar en el reino de Dios.
4
Díjole Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede volver a entrar en el seno de su madre y volver a nacer?
5
Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos.
6
Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu.
7
No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de Arriba.
8
El viento sopla donde quieres y oyes su voz, pero no sabes de donde viene ni adónde va; así es todo nacido del espíritu.
9
Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede ser eso?
10
Jesús respondió y dijo: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto?
11
En verdad, en verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos y de lo que hemos visto damos testimonio; pero vosotros no recibís nuestro testimonio.
12
Si hablándoos de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeréis si os hablase de cosas celestiales?
13
Nadie sube al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
14
A la manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre;
15
para que todo el que creyere en El tenga la vida eterna.
16
Porque tanto amó Dios al mundo, que le dió su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna;
17
pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
18
El que cree en El no es juzgado: el que no cree en El ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito hijo de Dios.
19
Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20
Porque todo el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, por que sus obras no sean reprendidas.
21
Pero el que obra la verdad viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas, pues están hechas en Dios.
 
 
Tercer testimonio de Juan
   
22
Después de esto vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y permaneció allí con ellos y bautizaba.
23
Juan bautizaba también en Ainón, cerca de Salim, donde habia mucha agua, y venían a bautizarse,
24
pues Juan aún no había sido metido en la cárcel.
25
Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y cierto judío acerca de la purificación,
26
y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, está ahora bautizando, y todos se van a El.
27
Juan les respondió, diciendo: No debe el hombre tomarse nada si no le fuere dado del cielo.
28
Vosotros mismos sois testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado ante El.
29
El que tiene esposa es el esposo; el amigo del esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente de oir la voz del esposo. Pues así este mi gozo es cumplido.
30
Preciso es que El crezca y yo mengue.
31
El que viene de Arriba está sobre todos. El que procede de la tierra es terreno y habla de la tierra; el que viene del cielo,
32
da testimonio de lo que ha visto y oído, pero su testimonio nadie lo recibe.
33
Quien recibe su testimonio pone su sello atestiguando que es veraz.
34
Porque aquel a quien Dios ha enviado habla palabras de Dios, pues Dios no le dio el espíritu con medida.
35
El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas.
36
El que cree en el Hijo tiene la vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios.
 
Capítulo 4
 
Partida de Jesús para Galilea
   
1
Así, pues, que supo el Señor que habían oído los fariseos cómo Jesús hacía más dicípulos y bautizaba más que Juan,
2
aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos,
3
abandonó Judea y partió de nuevo para Galilea.
   
 
Encuentro con la samaritana
   
4
Tenía que pasar por Samaria.
5
Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, próxima a la heredad que dio Jacob a José, su hijo,
6
donde estaba la fuente de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente; era como la hora de sexta.
7
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber,
8
pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar provisiones.
9
Dícele la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana? Porque no se tratan judíos y samaritanos.
10
Respondió Jesús y dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a El, y El te daría a tí agua viva.
11
Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacar el agua, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, te viene esa agua viva?
12
¿Acaso eres tú más grande que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebió él mismo, sus hijos y sus rebaños?
13
Respondió Jesús y le dijo: Quien beba de este agua volverá a tener sed;
14
pero el que beba del agua que yo le diere no tendrá sed jamás, que el agua que yo le dé se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna.
15
Díjole la mujer: Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed ni tenga que venir aquí a sacarla.
16
El le dijo: Vete, llama a tu marido y ven acá.
17
Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Díjole Jesús: Bien dices: No tengo marido;
18
porque cinco tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido; en esto has dicho verdad.
19
Díjole la mujer: Señor, veo que eres un profeta.
20
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que es Jerusalén el sitio donde hay que adorar.
21
Jesús le dijo: Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22
Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos;
23
pero ya llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca.
24
Dios es espíritu, y los que adoran deben adorarle en espíritu y verdad.
25
Díjole la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está para venir, y que cuando venganos hará saber todas las cosas.
26
Díjole Jesús: Soy yo, el que contigo habla.
27
En esto llegaron los discípulos y se maravillaban de que hablase con una mujer; nadie, sin embargo, le dijo: ¿Qué deseas? o ¿Qué hablas con ella?
28
Dejó, pues, su cántaro la mujer, se fue a la ciudad y dijo a los hombres:
29
Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Mesías?
30
Salieron los de la ciudad y vinieron a El.
31
Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.
32
Díjoles El: Yo tengo una comida que vosotros no sabéis.
33
Los discípulos se decían unos a otros: ¿Acaso alguien le ha traído de comer?
34
Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha envió y acabar su obra.
35
¿No decís vosotros: Aún cuatro meses más y llegará la mies? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y contemplad los campos, que ya están blanquecinos para la siega.
36
El que siega recibe su salario y recoge el fruto para la vida eterna, para que se alegren juntamente el sembrador y el segador.
37
Porque en esto es verdadero el proverbio, que uno es el que siembra y otro el que siega.
38
Yo os envío a segar lo que no trabajasteis: otros lo trabajaron y vosotros os aprovecháis de su trabajo.
39
Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en El por la palabra de la mujer, que atestiguaba: Me ha dicho todo cuanto he hecho.
40
Pero así que vinieron a El, le rogaron que se quedase con ellos; y permaneció allí dos días
41
y muchos más creyeron al oírle.
42
Decían a la mujer: Ya no creemos por tu palabra, pues nosotros mismos hemos oído y conocido que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.
43
Pasados dos días, se partió de allí para Galilea.
44
El mismo Jesús declaró que ningún profeta es honrado en su propia patria.
45
Cuando llegó a Galilea, le acogieron los galileos, que había visto cuántas maravillas había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
   
 
Regreso a Galilea y curación del hijo del cortesano
   
46
Llegó, pues, otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un cortesano, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.
47
Oyendo que llegaba Jesús de Judea a Galilea, salió a su encuentro y le rogó que bajase y curase a su hijo, que estaba para morir.
48
Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creéis.
49
Díjole el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera.
50
Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que Jesús le dijo y se fue.
51
Ya bajaba él, cuando le salieron al encuentro sus siervos, diciéndole: Tu hijo vive.
52
Preguntóles entonces la hora en que se había puesto mejor, y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, le dejó la fiebre.
53
Conoció, pues, el padre que aquella misma era la hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa.
54
Este fue el segundo milagro que hizo Jesús viniendo de Judea a Galilea.
 
Capítulo 5
 
Curación del enfermo de la piscina
   
1
Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos y subió Jesús a Jerusalén.
2
Hay en Jerusalén, junto a la puerta Probática, una piscina, llamada en hebreo Bertzata, que tiene cinco pórticos.
3
En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, mancos, que esperaban el movimierno del agua,
4
porque el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua, y el primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que padeciese.
5
Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo;
6
Jesús le vio acostado, y conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado?
7
Respondió el enfermo: Señor, no tengo a nadie que al moverse el agua me meta en la piscina, y mientras yo voy, baja otro antes de mí.
8
Díjole Jesús: Levántate, toma la camilla y anda.
9
Al instante quedó el hombre sano, y tomó su camilla y se fue.
   
 
Discusión sobre el sábado
   
10
Era el día de sábado, y los judíos decían al curado: Es sábado. No te es lícito llevar la camilla.
11
Respondióles: El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y vete.
12
Le preguntaron: ¿Y quién es ese hombre que te ha dicho: Toma y vete?
13
El curado no sabía quién era, porque Jesús se había retirado de la muchedumbre que había allí.
14
Después de esto le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar, no te suceda algo peor.
15
Se fue el hombre y dijo a los judíos que era Jesús el que le había curado.
16
Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado;
17
pero El les respondió: Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también.
18
Por eso los judíos buscaban con más ahinco matarle, pues no sólo quebrantaba el sábado, sino que decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios.
   
 
El Hijo obra en unión con el Padre
   
19
Respondió, pues, Jesús, diciéndoles: En verdad, en verdad os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque lo que éste hace, lo hace igualmente el Hijo.
20
Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que El hace, y le mostrará aún mayores obras que éstas, de suerte que vosotros quedéis maravillados.
21
Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da la vida.
22
Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar.
23
Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que le envió.
24
En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida.
25
En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escucharen vivirán.
26
Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo,
27
y le dio poder de juzgar, por cuanto El es el Hijo del hombre.
28
No os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz
29
y saldrán: los que han obrado el bien, para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal, para la resurrección del juicio.
30
Yo no puedo hacer por mí mismo nada; según lo oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
   
 
El testimonio del Padre a favor del Hijo
   
31
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verídico:
32
es otro el que da de mí testimonio, y yo sé que es verídico el testimonio que de mí da.
33
Vosotros habéis mandado a preguntar a Juan, y él dio testimonio de la verdad,
34
pero yo no recibo testimonio de hombre; mas os digo esto para que seáis salvos.
35
Aquél era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros habéis querido gozar un instante de su luz.
36
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que mi Padre me dio a hacer, esas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado,
37
y el Padre, que me ha enviado, ése da testimonio de mí. Vosotros no habéis oído jamás su voz, ni habéis visto su semblante,
38
ni tenéis su palabra en vosotros, porque no habéis creido en aquel que El ha enviado.
39
Escudriñad las Escrituras, ya que en ellas creeis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de mí,
40
y no queréis venir a mí para tener la vida.
41
Yo no recibo gloria de los hombres,
42
pero os conozco y sé que no teneis en vosotros el amor de Dios.
43
Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me recibís; si otro viniera usurpando mi nombre, le recibiríais.
44
¿Cómo vais a creer vosotros que recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que procede del único Dios?
45
No penséis que vaya yo a acusaros ante mi Padre; hay otro que os acusará, Moisés, en quien vosotros teneis puesta la esperanza;
46
porque si creyerais en Moisés, creeríais en mí, pues de mí escribió él;
47
pero si no creeis en las Escrituras, ¿cómo vais a creer en mis palabras?
 
Capítulo 6
 
Multiplicación de los panes y los peces
   
1
Después de esto, partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, de Tiberíades,
2
y le seguía una gran muchedumbre, porque veían los milagros que hacía en los enfermos.
3

Subió Jesús a un monte y se sentó con sus discípulos.

4
Estaba cercana la Pascua, la fiesta de los judíos.
5
Levantando, pues, los ojos Jesús y contemplando la gran muchedumbre que venía hacia él, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para dar de comer a éstos?.
6
Esto lo decía para probarle, porque El bien sabía lo que había de hacer.
7
Contestó Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un pedacito.
8
Díjole uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero esto ¿qué es para tantos?
10
Díjole Jesús: Mandad que se acomoden. Había en aquel sitio mucha hierba verde. Se acomodaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil.
11
Tomó entonces Jesús los panes y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente de los peces, cuanto quisieron.
12
Así que se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado para que no se pierdan.
13
Los recogieron, y llenaron doce cestos de fragmentos que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
14
Los hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente éste es el profeta que ha de venir al mundo.
15
Y Jesús, conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte solo.
   
 
Vuelta hacia Cafarnaúm
   
16
Llegada la tarde, bajaron sus discípulos al mar,
17
y subiendo en la barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Cafarnaúm. Ya había oscurecido y aún no había vuelto a ellos Jesús;
18
y el mar se había alborotado por el viento fuerte que soplaba.
19
Habiendo, pues, navegado como unos unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús, que caminaba sobre el mar y se acercaba ya a la barca, y temieron.
20
Pero El les dijo: Soy yo, no temáis.
21
Querían ellos tomarle en la barca; pero al instante se halló la barca en la ribera, adonde se dirigían.
   
 
Concurso de los oyentes en busca de Jesús
   
22
Al otro día, la muchedumbre que estaba al otro lado del mar echó de ver que no había sino una barquilla y que Jesús no había entrado con sus discípulos en la barca, sino que los discípulos habían partido solos.
23
Pero llegaron de Tiberíades barcas cerca del sitio donde habían comido el pan, después de haber dado gracias al Señor,
24
y cuando la muchedumbre vio que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos tampoco, subieron en las barcas y vinieron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
   
 
Jesús, pan de vida para los que cree en El
   
25
Habiéndole hallado al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo has venido aquí?
26
Les contestó Jesús: En verdad, en verdad os digo: Vosotros me buscáis no porque habéis visto los milagros, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado;
27
procurad no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da, porque Dios le acreditó con su sello.
28
Dijéronle, pues: ¿Qué haremos para hacer obras de Dios?
29
Respondió Jesús y les dijo: La obra de Dios es que creáis en aquel que El ha enviado.
30
Ellos le dijeron: Pues tú, ¿qué señales haces para que veamos y creamos? ¿Qué haces?
31
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dí a comer pan del cielo.
32
Díjoles, pues, Jesús: En verdad, en verdad os digo: Moisés no os dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo;
33
porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo.
34
Dijéronle, pues, ellos: Señor, danos siempre ese pan.
35
Les contestó Jesús: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, ya no tendrá más hambre, y el que cree en mí, jamás tendrá sed.
36
Pero yo os digo que vosotros me habéis visto y no me creéis;
37
todo lo que el Padre me da viene a mí, y al que viene a mí yo no le echaré fuera;
38
porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39
Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día.
40
Porque ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
41
Murmuraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo,
42
y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?
43
Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
44
Nadie puede venir a mí si el Padre, que me ha enviado, no lo trae, y yo le resucitaré en el último día.
45
En los profetas está escrito: "Y serán todos enseñados de Dios". Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza, viene a mí;
46
no que alguno haya visto al Padre, sino sólo el que está en Dios, ése ha visto al Padre.
47
En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene la vida eterna.
   
 
El pan eucarístico
   
48
Yo soy el pan de vida;
49 vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron.
50
este es el pan que baja del cielo, para el que lo coma no muera.
51
Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré es mi carne, la vida del mundo.
52
Disputaban entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
54
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día.
55
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
56
El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él.
57
Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí.
58
Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.
59
Esto lo dijo enseñando en una sinagoga de Cafarnaúm.
   
 
Efecto del sermón en los discípulos
   
60
Luego de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: Duras son estas palabras! ¿Quién puede oírlas?
61
Conociendo Jesús que murmuraban de esto sus discípulos, les dijo: ¿Esto os escandaliza?
62
Pues ¿qué sería si viérais al Hijo del hombre subir allí adonde estaba antes?
63
El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida;
64
pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque sabía Jesús desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que había de entregarle.
65
Y decía: Por esto os dije que nadie puede venir a mí si no le es dado de mi Padre.
66
Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían,
67
y dijo Jesús a los Doce: ¿Queréis iros vosotros también?
68
Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna,
69
y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
70
Respondióle Jesús: ¿No he elegido yo a los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.
71 Hablaba de Judas Iscariote, Iscariote, porque éste, uno de los Doce, había de entregarle.
Capítulo 7
 
Estado de los ánimos en Galilea y en Jerusalén
   
1
Despúes de esto andaba Jesús por Galilea, pues no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para darle muerte.
2
Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos.
3
Dijéronle sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea para que tus discípulos vean las obras que haces;
4
nadie hace cosas en secreto si pretende manifestarse. Puesto que eso haces, muéstrate al mundo.
5
Pues ni sus hermanos creían en El.
6
Jesús les dijo: Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre está pronto.
7
El mundo no puede aborreceros a vosotros, pero a mí me aborrece, porque doy testimonio contra él de que sus obras son malas.
8
Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta, porque aún no se ha cumplido mi tiempo.
9
Dicho esto se quedó en Galilea
10
Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió El también, no manifiestamente, sino en secreto.
11
Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: ¿Dónde está ése?
12
Y había entre la muchedumbre gran cuchicheo acerca de El. Los unos decían: es bueno; pero otros decían: No, seduce a las turbas.
13
Sin embargo nadie hablaba libremente de El por temor de los judíos.
   
 
La defensa de Jesús acerca del quebrantamiento del sábado
   
14
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba.
15
Admirábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo que éste, no habiendo estudiado, sabe letras?
16
Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado.
17
Quien quisiere hacer la voluntad de El conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía.
18
El que de sí mismo habla, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz y no hay en él injusticia
19
¿No os dio Moisés la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué buscais darme muerte?
20
La muchedumbre respondió: Tú estás poseído del demonio; ¿quién busca darte muerte?
21
Respondió Jesús y les dijo: Una obra he hecho, y todos os maravilláis.
22
Moisés os dio la circuncisión -no que proceda de Moisés, sino de los padres-, y vosotros circuncidais a un hombre en sábado.
23
Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que quede cumplida la Ley de Moisés, ¿por qué os irritáis contra mí porque he curado del todo a un hombre en sábado?
24
No juzguéis según las apariencias; juzgad según justicia.
   
 
Origen divino del Mesías
   
25
Decían, pues, algunos de los de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan matar?
26
Y habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que de verdad las autoridades han reconocido que es el Mesías?
27
Pero de éste sabemos de dónde viene; mas del Mesías, cuando venga, nadie sabrá de dónde viene.
28
Jesús, enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo; pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis.
29
Yo le conozco, porque procedo de El y El me ha enviado.
30
Buscaban, pues, prenderle, pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora.
   
 
Desaparición misteriosa de Jesús
   
31
De la multitud, muchos creyeron en El, y decían: El Mesías, cuando venga, ¿hará más milagros de los que éste hace?
32
Oyeron los fariseos a la muchedumbre que cuchicheaba acerca de El, y enviaron los príncipes de los sacerdotes y fariseos alguaciles que le prendiesen.
33
Dijo entonces Jesús: Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, y me iré al que me ha enviado.
34
Me buscaréis y no me hallaréis, y adonde yo voy, vosotros no podéis venir.
35
Dijéronse entonces los judíos: ¿Adónde va a ir éste que nosotros no hallamos de hallarle? ¿Acaso quiere irse a la dispersión de los gentiles a enseñarles a ellos?
36
¿Qué es esto que dice: Me buscaréis y no me hallaréis, y adonde yo voy, vosotros no podéis venir?
   
 
La promesa del agua viva
   
37
El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
38
Al que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva manarán de sus entrañas.
39
Eso dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en El, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
   
 
Diversos pareceres sobre Jesús
   
40
De la muchedumbre, algunos que escuchaban estas palabras decían: Verdaderamente que éste es el Profeta.
41
Otros decían: este es el Mesías; pero otros replicaban: ¿Acaso el Mesías puede venir de Galilea?
42
¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías?
43
Y se originó un desacuerdo en la multitud por su causa.
44
Algunos de ellos querían apoderarse de El, pero nadie le puso las manos.
45
Volvieron, pues, los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?
46
Respondieron los alguaciles: Jamás hombre alguno habló como éste.
47
Pero los fariseos les replicaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar?
48
¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en El?
49
Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos.
50
Les dijo Nicodemo, el que había ido antes a El, que era uno de ellos:
51
¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oírle y sin averiguar lo que hizo?
52
Le respondieron y dijeron: ¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno.
53
Y se fueron cada uno a su casa.
 
Capítulo 8
 
La mujer adúltera
   
1
Se fue Jesús al monte de los Olivos,
2
pero de mañana volvió de nuevo al templo, y todo el pueblo venía a El, y sentado, enseñaba.
3
Los escribas y fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio,
4
le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio.
5
En la Ley nos ordena Moisés apedrear a éstas; tú, ¿qué dices?
6
Eso lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en tierra.
7
Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero.
8
E, inclinándose de nuevo, escribía en tierra.
9
Ellos, que le oyeron, fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más ancianos, y quedó El solo y la mujer en medio.
10
Incorporándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
11
Dijo ella: Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques más.
 
 
Jesús, luz del mundo, atestiguado por el Padre
   
12
Otra vez les habló Jesús, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida.
13
Dijéronle, pues, los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo, y tu testimonio no es verdadero.
14
Respondió Jesús y dijo: Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vengo y adónde voy, mientras que vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy.
15
Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a nadie;
16
y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy solo, sino yo y el Padre, que me ha enviado.
17
En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos es verdadero.
18
Yo soy el que da testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, da testimonio de mí.
19
Pero ellos le decían: ¿Dónde está tu padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.
20
Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo, y nadie puso en El las manos, porque aún no había llegado su hora.
   
 
Peligro de los judíos en desconocer a Jesús
   
21
Todavía les dijo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; adonde yo voy no podéis venir vosotros.
22
Los judíos se decían: ¿Acaso va a darse muerte, que dice: Adonde yo voy no podéis venir vosostros?
23
El les decía: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24
Os dije que moriríais en vuestro pecado, porque, si no creyereis, moriréis en vuestros pecados.
25
Ellos decían: ¿Tú quién eres? Jesús les dijo: Es precisamente lo que os estoy diciendo.
26
Mucho tengo que hablar y juzgar de vosotros, pues el que me ha enviado es veraz, y yo hablo al mundo lo que le oigo a El.
27
No comprendieron que les hablaba del Padre.
28
Dijo, pues, Jesús: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y no hago nada de mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.
29
El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado.
30
Hablando El esas cosas, muchos creyeron en El.
 
 
Los judíos no son hijos de Abraham ni de Dios, sino hijos del diablo
   
31
Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos
32
y conoceréis la verdad, y la verdad os librará.
33
Respondiéronle ellos: Somos linaje de Abraham, y de nadie hemos sido jamás siervos; ¿cómo dices tú: Seréis libres?
34
Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es siervo del pecado.
35
El siervo no permanece en la casa para siempre; el hijo permanece para siempre.
36
Si, pues, el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres.
37
Sé que sois linaje de Abraham; pero buscáis matarme, porque mi palabra no ha sido acogida por vosotros.
38
Yo hablo lo que he visto en el Padre; y vosotros también haceis lo que habéis oído de vuestro padre.
39
Respondieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham.
40
Pero ahora buscáis quitarme la vida, a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, que oyó de Dios; eso Abraham no lo hizo.
41
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.
42
Dijéronle ellos: Nosotros no somos nacidos de fornicación; tenemos por padre a Dios.
43
Díjoles Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí; porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mi mismo, antes es El quien me ha enviado.
44
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oir mi palabra. Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira.
45
Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis.
46
¿Quién de vosotros me arguirá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis?
47
El que es de Dios oye las palabras de Dios; por eso vosotros no la oís, porque no sois de Dios
48
Respondieron los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y tienes demonio?
49
Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí.
50
Yo no busco mi gloria, hay quien la busque y juzgue.
51
En verdad, en verdad os digo: Si alguno guardare mi palabra, jamás verá la muerte.
52
Dijéronle los judíos: Ahora nos convencemos de que estás endemoniado. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: Quien guardare mi palabra no gustará la muerte nunca.
53
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham, que murió? Y los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser?
54
Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís que es vuestro Dios.
55
Y no le conocéis, pero yo le conozco; y si dijere que no le conozco, sería semejante a vosotros, embustero; mas yo le conozco y guardo su palabra.
56
Abraham, vuestro padre, se regocijó pensando en ver mi día; lo vió y se alegró.
57
Pero los judíos le dijeron: ¿No tienes aún cincuenta años y has visto a Abraham?
58
Respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham naciese, era yo.
59
Entonces tomaron piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo.
 
Capítulo 9
 
La curación del ciego de nacimiento
   
1
Pasando, vio a un hombre ciego de nacimiento,
2
y sus discípulos le preguntaron, diciendo: Rabí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
3
Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifieste en él las obras de Dios.
4
Es preciso que yo haga las obras del que me envió mientras es de día; venida la noche ya nadie puede trabajar.
5
Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.
6
Diciendo esto, escupió en el suelo, hizo con saliva un poco de lodo y untó con lodo los ojos,
7
y le dijo: Vete y lávate en la piscina de Siloé -que quere decir enviado-. Fue, pues, se lavó y volvió con la vista.
8
Los vecinos y los que antes le conocían, pues era mendigo, decían: ¿No es éste el que estaba sentado pidiendo limosna?
9
Unos decían que era él; otros decían: No, pero se le parece. El decía: Soy yo.
10
Entonces le decían: ¿Pues cómo se te han abierto los ojos?
11
Respondió él: Ese hombre llamado Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Vete a Siloé y lávate; fui, me lavé y recobré la vista.
12
Y le dijeron: ¿Dónde está ese? Contestó: No lo sé.
   
 
Discusión sobre el valor del milagro
   
13
Llevan a la presencia de los fariseos al antes ciego,
14
pues era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos.
15
De nuevo le preguntaron los fariseos cómo había recobrado la vista.
16
El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo.
17
Dijeron entonces algunos de los fariseos: No puede venir de Dios este hombre, pues no guarda el sábado. Otros decían: ¿Y cómo puede un hombre pecador hacer tales milagros? Y había desacuerdo entre ellos.
18
Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué dices tú de ese que te abrió los ojos? El contestó: Que es profeta.
19
No querían creer los judíos que aquel era ciego y que había recobrado la vista hasta que llamaron a sus padres, y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, de quien vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo ahora ve?
20
Respondieron los padres y dijeron: Lo que sabemos es que éste es nuestro hijo y que nació ciego;
21
cómo ve ahora, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos; preguntádselo a él, edad tiene; que él hable por sí.
22
Esto dijeron sus padres, porque temían a los judíos, pues ya éstos habían convenido en que, si alguno le confesaba Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.
23
Por esto sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él.
24
Llamaron, pues, por segunda vez al ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
25
A esto respondió él: Si es pecador, no lo sé; lo que sé es que, siendo ciego, ahora veo.
26 Dijéronle también: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27
El les respondió: Os lo he dicho ya y no habéis escuchado. ¿Para qué queréis oirlo otra vez? ¿Es que queréis haceros discípulos suyos?
28
Ellos, insultándole, dijéronle: Sé tú discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés.
29
Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; cuanto a éste, no sabemos de dónde viene.
30
Respondió el hombre y les dijo: Eso es de maravillar, que vosotros no sepáis de dónde viene, habiéndome abierto a mí los ojos.
31
Sabido es que Dios no oye a los pecadores; pero, si uno es piadoso y hace su voluntad, a ése le escucha.
32
Jamás se oyó decir que nadie haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
33
Si éste no fuera de Dios no podía hacer nada.
34
Respondiéronle y dijéronle: Eres todo pecado desde que naciste, ¿y pretendes enseñarnos? Y le echaron fuera.
   
 
La fe y la ceguera
   
35
Oyó Jesús que le habían echado fuera, y encontrándole, le dijo: ¿Crees en el Hijo del hombre?
36
Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en El?
37
Díjole Jesús: Le estás viendo; es el que habla contigo.
38
Dijo él: Creo, Señor, y se postró ante El.
39
Jesús dijo: Yo he venido al mundo para un juicio, para que los que no ven vean y los que ven se vuelvan ciegos.
40
Oyeron esto algunos fariseos que estaban con El y le dijeron: ¿Con que nosotros somos también ciegos?
41
Díjoles Jesús: Si fuérais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora decís: Vemos, y vuestro pecado permanece
 
Capítulo 10
 
El pastor y el rebaño
   
1
En verdad, en verdad os digo que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador;
2
pero el que entra por la puerta ése es pastor de las ovejas.
3
A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera;
4
y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5
Pero no seguirán al extraño, antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6
Les dijo esta semejanza; pero no entendieron qué era lo que les hablaba.
7
De nuevo les dijo Jesús: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas:
8
todos cuantos han venido eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no los oyeron.
9
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, se salvará, y entrará y saldrá y hallará pasto.
10
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
11
Yo soy el buen pastor.El buen pastor da su vida por las ovejas;
12
el asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas,
13
porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas.
14
Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí,
15
como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas.
16
Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
   
 
La muerte de Jesús
   
17
Por esto el Padre me ama, porque doy mi vida para tomarla de nuevo.
18
Nadie me la quita, soy yo quien la doy de mí mismo.Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Tal es el mandato que del Padre he recibido.
   
 
Pareceres contrarios
   
19
Otra vez se suscitó desacuerdo entre los judíos a propósito de estos razonamientos.
20
Pues muchos de ellos decían: "Está endemoniado, ha perdido el juicio. ¿Por qué le escucháis?"
21
Otros decían: Estas palabras no son de un endemoniado, ni el demonio puede abrirle los ojos a los ciegos.
   
 
Jesús uno con su Padre
   
22
Se celebraba entonces en Jerusalén la Dedicación; era invierno,
23
y Jesús se paseaba en el Templo por el pórtico de Salomón.
24
Le rodearon, pues, los judíos, y le decían: ¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo abiertamente.
25
Respondióles Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí;
26
pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
27
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas mi siguen,
28
y yo les doy la vida eterna, y no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
29
Lo que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre.
30
Yo y el Padre somos una sola cosa.
31
De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle.
32
Jesús les respondió: Muchas obras os he mostrado de parte de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33
Respondiéronle los judíos: Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
34
Jesús les replicó: ¿No está escrito en vuestra Ley: "Yo digo: dioses sois"?
35
Si llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la Palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar,
36
¿de Aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros: Blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios?
37
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis;
38
pero si las hago, ya que no me creéis a mí, creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.
39
De nuevo buscaban apresarle, pero El se deslizó de entre sus manos.
   
 
Huída de Jesús hacia el Jordán
   
40
Partió de nuevo al otro lado del Jordán, al sitio en que Juan había bautizado la primera vez, y permaneció allí.
41
Muchos venían a El y decían: Juan no hizo milagro alguno, pero todas cuantas cosas dijo Juan de éste eran verdaderas.
42 Y muchos allí creyeron en El.
 
Capítulo 11
 
Vuelta a Betania
   
1
Había un enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y su hermana.
2
Era esta María la que ungió al Señor con un ungüento y le enjugó los pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo.
3
Enviaron, pues, las hermanas a decirle: Señor, el que amas está enfermo.
4
Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5
Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro.
6
Aunque oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más;
7
pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea.
8
Los discípulos le dijeron: Rabí, los judíos te buscan para apedrearte, ¿y de nuevo vas allá?
9
Respondió Jesús: ¿No son doce las horas del día? Si alguno camina durante el día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10
pero, si camina de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
11
Esto dijo, y después añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle.
12
Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará.
13
Hablaba Jesús de su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño.
14
Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto,
15
y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos allá.
16
Dijo, pues, Tomás, llamado Dídimo, a los compañeros: Vamos también nosotros a morir con El.
 
 
Conversaciones con Marta
   
17
Fue, pues, Jesús, y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
18
Estaba Betania cerca de Jerusalén, como unos quince estadios,
19
y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.
20

Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro; pero María se quedó sentada en casa.

21
Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano;
22 pero sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo otorgará.
23 Díjole Jesús: Resucitará tu hermano.
24 Marta le dijo: Sé que resucitará en la resurrección en el último día.
25
Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá;
26
y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?
27
Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo.
28
Diciendo esto, se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está ahí y te llama.
29
Cuando oyó esto, se levantó al instante y se fue a El,
30
pues aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde le había encontrado Marta.
31
Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, viendo que María se levantaba con prisa y salía, la siguieron, pensando que iba al monumento para llorar allí.
32
Así que María llegó a donde Jesús estaba, viéndole, se echó a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.
   
 
La resurrección de Lázaro
   
33
Viéndola Jesús llorar, y que lloraban también los judíos que venían con ella, se conmovió hondamente y se turbó,
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y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve.
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Lloró Jesús,
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y los judíos decían: ¡Cómo le amaba!
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Algunos de ellos dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los ojos al ciego, hacer que no muriese? 
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Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era una cueva tapada con una piedra.
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Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días.
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Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
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Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado;
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yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado.
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Diciendo esto, gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera.
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Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejadle ir.
   
 
Resolución del consejo
   
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Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho creyeron en El;
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pero algunos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús.
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Convocaron entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre hace muchos milagros?
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Si le dejamos así todos creerán en El y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
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Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;
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¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que perezca todo el pueblo?
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No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo,
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y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
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Desde aquel día tomaron la resolución de matarle.
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Jesús, pues, ya no andaba en público entre los judíos; antes se fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efrén, y allí moraba con los discípulos.
55
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subían del campo a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse.
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Buscaban, pues, a Jesús, y unos a otros se decían en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?
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Pues los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de echarle mano.
 
Capítulo 12
 
La unción en Betania
   
1
Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
2
Le dispusieron allí una cena; y Marta servía, y Lázaro era de los que estaban a la mesa con El.
3
María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó de olor del ungüento.
4
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que había de entregarle, dijo:
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¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres?
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Esto decía, no por amor a los pobres, sino porque era ladrón, y, llevando él la bolsa, hurtaba de lo que en ella echaban.
7
Pero Jesús dijo: Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
8
Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre.
   
 
Concurso de curiosos en Betania
   
9
Una gran muchedumbre de judíos supo que estaba allí, y vinieron, no sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
10
Los príncipes de los sacerdotes habían resuelto matar a Lázaro,
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pues por él muchos judíos se iban y creían en Jesús.
   
 
Entrada triufal en Jerusalén
   
12
Al día siguiente, la numerosa muchedumbre que había venido a la fiesta, habiendo oído que Jesús llegaba a Jerusalén,
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tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor y el Rey de Israel!
14
Habiendo Jesús encontrado un pollino, montó sobre él, según está escrito:
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“No temas, hija de Sión; he aquí que viene tu rey montado sobre un pollino de asna.”
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Esto no lo entendieron, desde luego, los discípulos; pero cuando fue glorificado Jesús, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas que ellos le habían hecho.
17
Le rendía testimonio la muchedumbre que estaba con El cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos.
18
También por esto le salió al encuentro la multitud, porque habían oído que había hecho este milagro.
19
Entretanto, los fariseos se decían: Ya veis que no adelantamos nada. Ya veis que todo el mundo se va en pos de El.
   
 
Griegos deseosos de ver a Jesús
   
20
Había algunos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
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Estos, pues, se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús.
22
Felipe fue y se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe vinieron y se lo dijeron a Jesús.
   
 
El triunfo de Jesús en su muerte
   
23
Jesús les contestó diciendo: Es llegada la hora en que el Hijo del hombre será glorificado.
24
En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero, si muere, llevará mucho fruto.
25
El que ama su vida, la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna.
26
Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor; si alguno me sirve, mi Padre le honrará.
27
Ahora mi alma se siente turbada. ¿Y qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Mas para esto he venido yo a esta hora!
28
Padre, glorifica tu nombre. Llegó entonces una voz del cielo: “Le glorifiqué y de nuevo le glorificaré.”
29
La muchedumbre que allí estaba y oyó, decía que había tronado; otros decían: Le habló un ángel.
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Jesús respondió y dijo: No por mí se ha dejado oír esta voz, sino por vosotros.
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Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera,
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y yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí.
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Esto lo decía indicando de qué muerte había de morir.
   
 
Desconcierto en la muchedumbre
   
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La multitud le contestó: Nosotros sabemos por la Ley que el Mesías permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre ha de ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?
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Díjoles Jesús: Por poco tiempo aún está la Luz en medio de vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, pues el que camina en tinieblas no sabe por dónde va.
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Mientras tenéis luz, creed en la Luz, para ser hijos de la luz. Esto dijo Jesús, y, partiendo, se ocultó de ellos.
   
 
La incredulidad judía, prevista por Jesús
   
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Aunque había hecho tan grandes milagros en medio de ellos, no creían en Él,
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para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dice: “Señor, ¿quién prestó fe a nuestro mensaje? y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido revelado?”
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Por esto no pudieron creer, porque también había dicho Isaías:
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“El ha cegado sus ojos y ha endurecido su corazón, no sea que con sus ojos vean, con su corazón entiendan, y se conviertan y los sane,”
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Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló de El.
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Sin embargo, aun muchos de los jefes creyeron en El, pero por causa de los fariseos no le confesaban, temiendo ser excluidos de la sinagoga,
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porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
   
 
Necesidad de creer en Jesús
   
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Jesús, clamando, dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado:
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y el que me ve, ve al que me ha enviado.
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Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas.
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Y si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.
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El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien le juzgue; la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará en el último día,
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porque yo no he hablado de mí mismo; el Padre mismo, que me ha enviado, es quien me mandó lo que he de decir y hablar,
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y yo sé que su precepto es la vida eterna. Así, pues, las cosas que Yo hablo las hablo según el Padre me ha dicho.

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